discusiones en pareja disculparse

Discusiones de pareja Disculparse Los dos ganan

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Estás agotada, los niños, el trabajo, el orden de tu hogar, el estrés de esta vida en la que no te alcanza el tiempo para todo lo que tienes que hacer… llegas a casa y tu esposo… «Tan tranquilo». Te enfureces. ¿No ve lo que hay fuera de lugar? ¿No se da cuenta de cuánto te esfuerzas? El cariñoso Buenas noches de antaño se transforma en un gruñido. Te mira mal. A la más mínima, te responde mal. Ambos gritan. Los dos creen tener motivos suficientes para que el otro sea quien pida perdón. Se van a dormir sin hablarse… Una situación tonta que los acerca al divorcio. Discusiones de pareja Disculparse es fundamental para que esta pelea por agotamiento no sume puntos a una posible ruptura.

Contenido

Discusiones de pareja Disculparse

Después de 34 años en pareja, siendo madre de 3 hijos, ya adultos, puedo presumir de haber sobrevivido al estrés de criarlos mientras también trabajaba fuera de casa. ¡Y de que nuestro matrimonio haya pasado y superado esa prueba!

Pero fue gracias a haber estado en una crisis de las gordas y a punto de divorciarnos, cómo aprendí que para las discusiones en pareja disculparse era el antídoto.

¿Pedirle perdón yo? ¡Si él me ha gritado también!
¿Por qué debería yo disculparme? ¡Qué lo haga él, que es quien se ha comportado mal!
Hasta que no diga que lo siente, no vuelvo a acercarme a él.

Estas o similares frases habrás escuchado en tu cabeza tras algunas discusiones en pareja disculparse no fue tu primera opción. Después de una pelea, una de las partes suele buscar la reconciliación. A ambos les duele estar mal. Pero quien se acerca es la persona más valiente. No el que más sufre. No es cuestión de que le importes o no.

Di Lo siento.

Durante años, en mi caso, discusiones de pareja disculparse no estaban unidos. ¿Yo por qué le iba a pedir perdón si él me había tratado mal? Tras las peleas, yo tenía la noción de ser siempre quien buscaba la reconciliación en primer lugar. Hasta que un día decidí que no iría más. ¡Qué venga él!! Y allí comenzó nuestra peor crisis.

Puntos importantes en este artículo:

Disculparse tras una discusión ayuda a que la relación mejore. Por qué cada uno actúa cómo lo hace.

Inteligencia emocional, cerebro reptiliano, psicología social y ley de causa y efecto explican esto.

El error de atribución fundamental

Discutimos, pero ¿comprendemos por qué? ¿Somos conscientes que para acabar con estos conflictos primero hemos de entender qué hay detrás de las discusiones en pareja?

Hoy, respondiéndole a una de mis clientas, comentábamos sobre este tema. Y me gustaría compartir contigo algunas de las reflexiones importantes para que tu pareja también mejore. Mi clienta me decía:

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A ella le «cambió» la perspectiva pedir perdón, asumir su parte de responsabilidad, darse cuenta de que su esposo no es su enemigo, que el mundo no está en contra suya. Eso ayuda a salir del bucle en el que podemos ir cayendo si solo escuchamos esa voz que nos dice: Él debería hacer tal y cual cosa, él NO tendría que echarse a dormir, etc.

Pedir perdón, disculparte por lo que tú hayas podido hacer mal, los beneficia a los dos. Cambia cómo se siente tu pareja, mejora mucho las cosas. Porque «te quita» las etiquetas que te pudo haber puesto a ti.

Piensa en lo siguiente: El error de atribución fundamental es un «fallo» que todas las personas cometemos, al interpretar una situación dada. Te lo explico.

Cuando el otro hace algo (pongamos por ejemplo, gritar) caemos en lo que en psicología social se denomina «error de atribución fundamental» al atribuir sus gritos a su personalidad, a factores internos, a «él es así», etc. sin tener en cuenta el contexto o las circunstancias externas. En cambio si quien grita soy yo, lo atribuyo a condiciones o factores externos (él me puso nerviosa, tuve un mal día en el trabajo, no dormí bien, etc.)

Etiquetas que nos ponemos

Cuando tú gritas, él te etiqueta de «agresiva» de «irrespetuosa» de «caprichosa» de «intolerante». Y por el error de atribución fundamental su mente NO tiene en cuenta si ha sido porque has pasado la noche despierta cuidando de uno de sus hijos. ¡O si él te ha hablado mal primero! En cambio, si él grita, tiene «justificación» y argumento en causas externas (tú le sacas de los nervios, tú eres exigente, tú no lo dejas en paz, tuvo un mal día en el cole, no durmió, etc.)

¡Y es por esto que caemos en el error de no disculparnos! Porque no hemos «atribuido» bien los motivos de determinada conducta.

Gritar es un signo de frustración. Y esta, refleja el deseo de control, es un síntoma de querer que las cosas sean de una manera que no están siendo, y dado que no lo estamos consiguiendo, nos frustramos, y explotamos contra el que «no colabora» para que las cosas sean como deberían ser. Gritar es un síntoma de inmadurez, de falta de inteligencia emocional.

Me decía mi clienta:  Efectivamente, tengo responsabilidades. Y me di cuenta de que el cómo me había comportado yo trajo aquello (aunque sigo pensando que los gritos son injustificables, y eso es algo que él debería trabajar y no sé como hacerlo)

Gestión de las Emociones

Si, por supuesto que él PUEDE Y NECESITA aprender a gestionar sus emociones de una manera emocionalmente inteligente.

¿Cómo se consigue?

Dicen «más vale un gramo de ejemplo que una tonelada de palabras». 

Conseguirás mucho más con TU EJEMPLO, con tu correcta gestión de tus emociones, con tu calma y tu madurez al tratarlo, que con sermones, charlas, conversaciones para «educarle». ¡El ejemplo arrastra! Puedo decirte que lo he «vivido», porque mi esposo ha cambiado gracias a que yo lo hice primero.

Cuanto tú gritas, a tu marido o le tratas mal, aunque sea sin gritar, le estás dando permiso para hacer lo mismo contigo. Tú falta de respeto hacia él, le autoriza a él a faltarte el respeto a ti. En las relaciones de pareja es algo muy habitual. ¿Por qué? Porque la confianza da asco.

Lo he comprobado en más de mil relaciones en las que he intervenido asesorándoles para salvar sus matrimonios, y en la mía propia. En casa decimos las cosas de una manera tan pero tan fea… Algo que jamás haríamos con otros. Nos daría vergüenza que nos juzgaran, que nos vieran como alguien gritona o malhumorada, en cambio, en el hogar, por «exceso de confianza» no frenamos esa expresión de nuestras emociones.

Reaccionar o Responder

Existe una gran diferencia entre ambas cosas. Una «reacción» es instintiva y parte del cerebro primitivo, del reptiliano. En cambio una «respuesta» es pensada, sopesada, es la elección emocionalmente inteligente de lo que haré en determinada situación.

Reaccionar es primitivo y puede dañar al otro. ¿Por qué lo seguimos haciendo? Por no pararnos a pensar. Por actuar desde el impulso.

El cerebro reptiliano necesitó aprender a ser rápido, mucho, si quería sobrevivir. Ante un ruido, debía saltar y trepar al árbol, porque un par de segundos de retraso podían marcar la diferencia entre acabar en las fauces de un león o mirarlo desde arriba, salvando su vida.

Sin embargo, esa «reactividad» que hace millones de años fue imprescindible para la supervivencia de las especies, incluida la humana, hoy no es tan necesaria. Y sobre todo es un problema en nuestras relaciones personales. Contar hasta 10 antes de soltar una «mala actitud» es el «antídoto» para salvar tu pareja. Aprender a «calmar» al reptil y dar paso a tu neocórtex, al cerebro evolucionado, es la clave de una mejor gestión emocional.

Puedes decir: Sí, estoy sintiendo esto, es enfado. Pero ¿quieres reaccionar o responder?

Responder es un acto pensado, es una decisión sopesada, teniendo en cuenta las posibles consecuencias, tomando conciencia del daño que puede provocar una «reacción reptiliana» en nuestra relación de pareja, en la persona que amamos. Reaccionar no es justificable. Es un signo de inmadurez.

Y tú puedes «enseñarle» a tu compañero con tu ejemplo, más que con críticas o charlas bien intencionadas.

A mayor serenidad tuya, más tranquilo estará él.

Tu amabilidad se contagia.

La generosidad se retribuye.

Evitando las quejas, más comprenderá tu agotamiento.

Con menos críticas, más ganas tendrá de compartir contigo la casa y la familia.

La ruptura de una pareja, se puede evitar

La ley de «causa y efecto» nos dice que determinadas «acciones» producen ciertas «reacciones». Y esto «funciona» tanto para bien como para mal.

Un «grito» les aleja emocionalmente.

Un «gracias» con una sonrisa, logra que se sienta amado.

Un «nunca haces nada por mí» causa dolor en el corazón de tu pareja

Un «qué rico que te ha salido, gracias» produce un acercamiento entre los dos.

La manera en que tratamos al otro (acción) es determinante en que tipo de pareja tendremos, cómo se comportará (reacción) Si quieres un matrimonio estupendo, (efecto) lo obtienes dando determinados pasos(causas)

Aunque estés cansada, frustrada, agotada, nada te exime de tu responsabilidad sobre tus comportamientos. Todos podemos tener un día malo, o dos, o cien. Sin embargo, eso no justifica que tratemos mal a quienes están más cerca de nosotros. Con tu ejemplo, los demás aprenden. Te respetas a ti no descargas tu frustración en los otros.

El día en que decidí que no existía ningún motivo para justificar mis salidas de tono, mis malas contestaciones, mis gritos, mi descarga de la frustración, mi «volcar» mi rabia en el otro, ese día me sentí más liviana, menos pesada, me liberé. 

Eres dueña de tus actos y responsable de ellos, pase lo que pase.

¿Cómo te gusta ser?

¿Cómo te gusta que te vean, que te etiqueten?

Las discusiones por tonterías son como las termitas… pueden destruir las obras más bellas, aún siendo tan diminutas. Pon tu matrimonio a salvo, aprendiendo a gestionar tus emociones. Si necesitas ayuda, escríbeme y acaba para siempre con estas «termitas».

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Viki Morandeira

Coach Ontológico

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